sábado, 5 de febrero de 2011

Volver a respirar

Había olvidado caminar, había olvidado el color agitado del mar otoñal, no recordaba el aroma del café en la cafetera vieja de metal, ya no me acordaba del golpe de la lluvia en el cristal, tampoco la serenidad de las mañanas templadas al despertar, ni el palpitar de la noche en la ciudad, con sus bailes, sus gentes, su mirar.

Había olvidado caminar, había olvidado la pasión de la amistad, ya no me acordaba del tacto del periódico sentada en el sofá, no recordaba la alegría corta de comer una fruta y palpar, ni los paseos breves a casa de mi hermana a paso lento y tenaz, tampoco la emoción de la música en mi oído al acostar, con sus notas, sus voces, su sonar.

Había olvidado todas las cosas importantes de verdad.
Lo había olvidado y me siento mal.

Pero hoy, en esta inmensidad, puedo decir tranquila que estoy bien conmigo misma, que la guerra ahora es paz, que no tengo miedo a quedarme dormida, que vivo y amo la vida, que soy una, energía, que la enseñanza está conmigo todavía, y que mañana hay más, aún hay más.

Por fin.
Por fin, he vuelto a respirar.



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